domingo, diciembre 31, 2006

La última y nos vamos...

Como promesa de borracho este será el último relato de 2006. Sin embargo, tal y como la franquicia de Rocky, todavía habrá Comunicósfera para rato.

Nuestra patoaventura comienza en el aeropuerto de Monterrey, terminal C, donde Grace y yo esperabamos abordar nuestro económico vuelo de regreso a la tierra de Agustín Lara. Habíamos comprado nuestro boleto desde el 15 de Noviembre (planeación!) un viaje redondo Mty-Ver por el economico precio de mil pesos c/u. Semanas antes Enrique anduvo fregando con que los aviones fueron fabricados en algún país de Europa del este desaparecido y sus aeromozas serían chechenas o una madre así. Y es que con los precios taaaan bajos, uno podría pensar eso de VivaAerobus.

Anyway... registramos las maletas porque llegamos hiper temprano y agarramos buen lugar, aunque Grace no dejó de quejarse de una tipa, bautizada como la Inepta, por su dizque eficiencia y lentitud con el equipo de cómputo. México lindo y querido. En eso recordé que no había comprado las "Glorias" para mi familia, un dulce típico de Nuevo León muy rico; nos trasladamos de una terminal a otra para poder comprar dos paquetes, ya qué son del gusto de mi mamá, hermana, etc. y no me la iban a perdonar si llegaba con las manos vacías.

El vuelo estuvo tranquilo aunque con un poquito de turbulencia, pero nada de comandos chechenos que secuestraran el avión ni tampoco aeromozas (¿o se dice sobrecargos?) gitanas de la desaparecida Yugoslavia. La segunda vez que volaba en el año aunque la primera fue en Interjet (mendigo Alemán, ahí está el dinero jarocho!!) y también la primera con Grace, quien ya había viajado en Noviembre para una reunión familiar: la Ricañada.

Aterrizamos en la tierra natal del ex presidente Adolfo Ruíz Cortines como a eso de las 2 pm y así como a los paisanos los reciben sus parientes, ahí estaba mi familia... pero sin la bada de pueblo jeje. Ya en serio, cuando trabajaba en Migración, me daba cierta envidia cómo eran recibidos los paisanos... imágenes que te conmueven aunque seas un amargado Grinch. Algo así le decía mi amiga Ileana el otro día, ella ya toda una paisana enviadora de remesas.

Como toda buena madre, la mía tenía lista una comida digna de un recibimiento y cotidiana en las mesas veracruzanas: ceviche de camarón, filete, caldo de pescado y un rico arroz. Un verdadero banquete al que invitamos a la familia de Grace, su mamá y Carlos, su hermano. Ya por la noche me puse en contacto con uno de mis mejores amigos, Capitán Marcos, para ir a jugar billar y ponernos al corriente.

Pero esta historia quedará pendiente, porque aún no me he bañado y el año esta punto de terminar, ya pronto terminaré los relatos de mis días en Veracruz.

miércoles, diciembre 13, 2006

Eterno retorno

A veces la programación en televisión abierta o el cable nos ofrece buenas películas para estas temporadas decembrinas, tal es el caso de Groundhog Day, la cual seguro han visto aunque no se acuerden. Esta película noventera protagonizada por Bill Murray y Andie MacDowell trata sobre un reportero del clima que es enviado a cubrir el Día de la Marmota, una tradición gringa que se realiza el 2 de febrero y que tiene por objetivo predecir la duración del invierno mediante el comportamiento de la marmota Phil.

Bill Murray es el amargado y cínico Phil Connors que desprecia dicha tradición e intenta conquistar a su productora Rita (MacDowell, también famosa por sus comerciales de Revlon). Sin embargo, después de quedar atrapados en el pueblo por culpa de una tormenta, Phil comienza a revivir el día de la marmota una y otra vez, con momentos hilarantes y de humor negro al principio y de superación y búsqueda interna al final.

Ahí radica la genialidad del guión y la actuación de Murray porque lo vemos suicidándose varias veces, contestando las preguntas del Jeopardy y esquivando a la gente molesta del pueblo. Ensayo y error. La película es muy buena y la renté por primera vez en el videoclub Video Volente que estaba cerca de mi casa, razón por la cual desde muy pequeño soy un adicto al cine. Todavía me acuerdo cuando la renta costaba 6 pesos y cómo fue subiendo, no cabe duda que soy parte de la Generación de la Crisis.

¿Se imaginan revivir un mismo día muchas veces como le ocurrió a Phil Connors? La trama de la película se vincula con la idea de la cual hace referencia Milan Kundera en su novela La Insoportable Levedad del Ser, la idea del eterno retorno, concepto que retoma de Nietzsche. Líneas abajo la continuación de la reflexión filosófica de Kundera:

Si cada uno de los instantes de nuestra vida se va a repetir infinitas veces, estamos clavados a la eternidad como Jesucristo a la cruz. La imagen es terrible. En el mundo del eterno retorno descansa sobre cada gesto el peso de una insoportable responsabilidad. Ese es el motivo por el cual Nietzsche llamó a la idea del eterno retorno la carga más pesada (das schwerste Gewicht).

Pero si el eterno retorno es la carga más pesada, entonces nuestras vidas pueden aparecer, sobre ese telón de fondo, en toda su maravillosa levedad.

¿Pero es de verdad terrible el peso y maravillosa la levedad?

La carga más pesada nos destroza, somos derribados por ella, nos aplasta contra la tierra. Pero en la poesía amatoria de todas las épocas la mujer desea cargar con el peso del cuerpo del hombre. La carga más pesada es por lo tanto, a la vez, la imagen de la más intensa plenitud de la vida. Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será.

Por el contrario, la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su ser terreno, que sea real sólo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes.

Entonces, ¿qué hemos de elegir? ¿El peso o la levedad?

Este fue el interrogante que se planteó Parménides en el siglo sexto antes de Cristo. A su juicio todo el mundo estaba dividido en principios contradictorios: luz-sombra; sutil-tosco; calor-frío; ser-no ser. Uno de los polos de la contradicción era, según él, positivo (la luz, el calor, lo fino, el ser), el otro negativo. Semejante división entre polos positivos y negativos puede parecernos puerilmente simple. Con una excepción: ¿qué es lo positivo, el peso o la levedad?

Parménides respondió: la levedad es positiva, el peso es negativo.

¿Tenía razón o no? Es una incógnita. Solo una cosa es segura: la contradicción entre peso y levedad es la más misteriosa y equívoca de todas las contradicciones.


Pensamiento marginal: este fin de semana fue totalmente de compras navideñas, Grace y yo anduvimos en la venta nocturna de Livelpulgas. Ella se compró un reloj swatch, una camisa para su papá y una bolsa para su mamá, en cambio yo me compré una hermosa cámara Lumix de Panasonic, el nuevo objeto de mi afecto.

miércoles, diciembre 06, 2006

Momento literario

Hoy las musas están en huelga, pero a cambio quiero compartir con mis lectores las palabras del escritor checo Milan Kundera, el inicio de su novela La Insoportable Levedad del Ser.

La idea del eterno retorno es misteriosa y con ella Nietzsche dejó perplejos a los demás filósofos: ¡pensar que alguna vez haya de repetirse todo tal como lo hemos vivido ya, y que incluso esa repetición haya de repetirse hasta el infinito! ¿Qué quiere decir este mito demencial?

El mito del eterno retorno viene a decir, per negationem, que una vida que desaparece de una vez para siempre, que no retorna, es como una sombra, carece de peso, está muerta de antemano y, si ha sido horrorosa, bella, elevada, ese horror, esa elevación o esa belleza nada significan. No es necesario que los tengamos en cuenta, igual que una guerra entre dos Estados africanos en el siglo catorce que no cambió en nada la faz de la tierra, aunque en ella murieran, en medio de indecibles padecimientos, trescientos mil negros.

¿Cambia en algo la guerra entre dos Estados africanos si se repite incontables veces en un eterno retorno?

Cambia: se convierte en un bloque que sobresale y perdura, y su estupidez será irreparable.

Si la Revolución francesa tuviera que repetirse eternamente, la historiografía francesa estaría menos orgullosa de Robespierre. Pero dado que habla de algo que ya no volverá ocurrir, los años sangrientos se convierten en meras palabras, en teorías, en discusiones, se vuelven más ligeros que una pluma, no dan miedo. Hay una diferencia infinita entre el Robespierre que apareció sólo una vez en la historia y un Robespierre que volviera eternamente a cortarle la cabeza a los franceses.

Digamos, por tanto, que la idea del eterno retorno significa cierta perspectiva desde la cual las cosas aparecen de un modo distinto a como las conocemos: aparecen sin la circunstancia atenuante de su fugacidad. Esta circunstancia atenuante es la que nos impide pronunciar condena alguna ¿Cómo es posible condenar algo fugaz? El crepúsculo de la desesperación lo baña todo con la magia de la nostalgia; incluida la guillotina.

No hace mucho me sorprendí a mí mismo con una sensación increíble: estaba hojeando un libro sobre Hitler y al ver algunas de las fotografías me emocioné: me habían recordado el tiempo de mi infancia; la viví durante la guerra; algunos de mis parientes murieron en campos de concentración de Hitler; ¿pero qué era su muerte en comparación con el hecho de que las fotografías de Hitler me habían recordado un tiempo pasado de mi vida, un tiempo que no volverá?

Esta reconciliación con Hitler demuestra la profunda perversión moral que va unida a un mundo basado esencialmente en la inexistencia del retorno, porque en ese mundo todo está perdonado de antemano y, por tanto, todo cínicamente permitido.